Editorial:
AUTORA: VICTORIA ELIZABETH NOWAK
La noche se cerraba sobre mí como se cierran todas las etapas de la vida, indefectiblemente. Me quedaban muy pocas horas para resolver el traslado de mis mascotas hasta el aeropuerto, y en mi haber ya contaba con el intento fallido por parte de una amiga, que se aventuró a prometerme algo que luego no pudo cumplir. Ahora, no me quedaba otra opción que abrir la billetera y contar el poco dinero que tenía, y hacer aquello que debía haber hecho desde un principio: ¡Contratar a alguien!…pero… ⸺¿A quién?⸺ Ese era el gran problema.
Mechita, era para mí un pueblo perdido en las grandes superficies territoriales de Buenos Aires, donde hacía pocos meses me había mudado. Allí estaba viviendo con mis cuatro
perros y no conocía a muchas personas. Apenas, sabía algo sobre las miles de vacas, los toros, los chanchos y los caballos que a diario me cruzaba para ir a comprar el pan. Con algún que otro vecino, intercambiamos los buenos días, buenas tardes o buenas noches.
Al salir de casa, en el aire se respiraba una sensación especial ⸺algo estaba pasando⸺ sin embargo parecía ser la única capaz de percibirlo. Caminé por todo el pueblo buscando a alguien para preguntar sobre mi inquietud ⸺ de aquí para allá⸺ y nada. No encontré a nadie afuera, en las puertas de sus casas como solían estar y me daba mucha vergüenza tocar el timbre para preguntar.
Pase por un escaparate y el clásico de River – Boca se estaba emitiendo en directo. ¡Allí estaban todos metidos en el bar de Manolo! Me detuve unos dos segundos para prender un cigarrillo sin poder lograrlo, justo cuando los gritos del empate me alertaron de la situación en la que estaba metida. Mientras las chispas saltaban entre los simpatizantes, yo saltaba de la bronca intentando atrapar la llama que se me escapaba por el viento. Pensé, ¿los extraterrestres realmente existen? Y si era así, habían abducido a todos Mechitenses y llevado a la Bombonera o al gallinero del Monumental. Ante tal jaleo me volví a casa ⸺el enigma estaba resuelto⸺.
Tenía las maletas hechas y los trasportines vacíos. Sara, Candela, Jabulani y el teniente Pepe, estaban al fresquito en un rincón del comedor. No me prestaron mucha atención cuando llegué, pero olfatearon que algo raro estaba sucediendo, sobre todo cuando puse la pava sobre el fuego y no les di ni una galleta, me las estaban devorando como me comían por dentro los nervios. Resignada y desahuciada, di al play del equipo de música.
Sandro, parecía que había oído mi llanto, el funeral perfecto se estaba desarrollando entre aquellas paredes blancas pintadas de luto.
Apenas terminó la primera parte del repertorio, apareció Lorena ⸺ mi vecina de enfrente⸺. ¡María! ¡María! Arturo te lleva. Hoy en día os juro, que no sé cómo se enteró.
⸺ ¿¡Quien es Arturo!?⸺ Exclame preguntando todo al mismo tiempo.
⸺¡Mi hijo! Hija…
⸺¿Con qué me lleva?⸺ Proseguí aún más sorprendida.
⸺Con el auto… ⸺¿con qué va hacer?
Y para qué seguir contando las peripecias de aquella madrugada, si solo con vernos era suficiente.
Arturo tenía un Ford Fiesta bordó ⸺una cascara de nuez era más grande⸺ y para completar el cuadro surrealista le dijo a un amigo que nos acompañara ⸺no quería volver sólo del aeropuerto de Ezeiza⸺. Trescientos kilómetros. Había que tener huevos para soportar el peso de Sara sobre mis piernas, una labradora de más de treinta kilos, a un terrier ⸺Jabulani⸺ ladrando a todo lo que se movía, a Candela temblando y al teniente Pepe parado en el asiento trasero como si fuera el único pasajero.
El miedo más grande que pase fue la incertidumbre, ¿si nos paraba la policía?, adiós viaje a España. Sin dudas el amor, es lo único que nos mueve hacer locuras, hacer de lo imposible lo posible.
Cuando baje en la terminal Uno del aeropuerto Adolfo Suarez ⸺Madrid⸺ comencé a sentirme más tranquila, las personas amablemente comenzaron ayudarme con los caniles,
y entre sonrisas, y caras de sorpresa fueron sacando perro por perro en los carritos de las maletas.
Al abrirse las puertas de la salida, allí estaba mi poeta de Huelva, él era la causa de mi desventura ⸺viajar con cuatro perros y dos maletas⸺ y volver con cuatro maletas y dos perros⸺
Victoria Elizabeth Nowak